Entrevista histórica de flamenco. Antonia Mercé ‘La Argentina’, bailaora (1931)

“No se baila con los pies,
sino con la cabeza y el corazón”


Trascripción literal de la revista ‘Nuevo Mundo’ de Madrid. Entrevista firmada por Julio Romano y publicada en 1931



LAS MARAVILLOSAS DANZAS ESPAÑOLAS EN EL EXTRANJERO

“La Argentina”, admirable bailarina andaluza, intérprete de Falla, Albéniz y Granados, nos afirma rotundamente que no se baila con los pies, sino con la cabeza y el corazón”

VESTÍBULO de hotel. Butaquitas mimbreñas pintadas de verde. Vitrinas. Chiquillos con blancos uniformes que dan aire de trasatlántico a la casa, El ascensor –maza que apisona el suelo- abre su portezuela y deja en la blanca y nidia losa el cuerpo fino, ingrávido, de una mujer: la Argentina.




La bailarina andaluza tira sobre una mesita la cajetilla de “egipcios”. Fuma ávidamente, y las volutas azuladas del tabaco forman una blanda cortinilla que encubre, envidiosa, el brillo metálico de sus ojos. El meñique descabeza al cigarrillo, y los cordeles finísimos de las cejas se juntan hasta convertirse en alas.

La Argentina, cuerpo recorrido por chispas, arte con fiebre, pasión tumultuosa y frenéticas, gachonerías gitanas, sensuales mimos, gracia repajolera que chorrea por los escalones de los “faralaes”, lascivos esguinces, invencibles altanerías y sumisiones esclavas, hembra desgarrada de tribu que pisa los caminos de fuego andaluces con sus “chaveas renegríos” a la espalda y dama palaciega de fino escorzo cuyos ricos chapines huellan la blanda y suave alcatifa... Pueblo que se hace aristocracia y aristocracia que se eleva a pueblo. Olor a tierra mojada en los pegujales, rasgueos de guitarra, cantares de herrería, coplas de cortijo, irónicos piques en los coliches pueblerinos, cháchara de comadres, bullicio de avecicas corraleras de las mozalbillas en los brocales de los pozos, jetes de gañán retostado, melindres presuntuosos de vejetes livianos, carnes del color de las hogazas encentadas en los hatos... ¡Andalucía!

En el vivo perfil de La Argentina vibra ese elemento insobornable de la raza que es el encanto del espectador, que se convierte por la magia de la sugestión estética del baile en protagonista de una aventura espiritual. La onda rugiente y cálida del ritmo lo envuelve, conquistándolo con la multiplicidad de imágenes que crea la bailarina. Un cúmulo de sensaciones dormidas que se ponen en pie al conjuro de la danza. El acero agudo y cortante de su silueta ha sufrido la quemadura del horno. El mundo interno de la artista se desborda hacia afuera, y cuando el espectador oye un sollozo o un alarido, no se da cuenta que ha salido de su propio corazón.

-¿Qué naciones ha recorrido usted últimamente?
La Argentina Muerde el cigarrillo y comienza una lección de Geografía.

-He recorrido –dice- Bélgica, Alemania, Checoslovaquia, Austria, Suecia, Italia, Inglaterra y Francia.

-Con Falla, Albéniz, Granados...




-¡Oh, sí!... Llevo hasta la célebre “lagarterana” de Guerrero. De Falla hago ‘La vida breve’, ‘Serenata andaluza’, ‘El molinero’ de ‘El sombrero de tres picos’... De Albéniz, ‘Córdoba’, ‘Sevilla’, ‘Almería’, ‘Puerta Tierra’, ‘Seguidiyas’... Granados: ‘La danza quinta’, ‘Goyescas’ y ‘Los ojos verdes’. Esta última obra me la dio a mí Granados (dedicada) antes de embarcar para el viaje que le costó la vida.

-¡Albéniz! –exclama La Argentina, lanzando el nombre sobre la mesa con melancolía-. Él no escribió sus obras para el baile; pero yo no he visto nada de más ritmo. Chorrea estilo. ¡Qué maravillosas evocaciones tiene su música! ¡Cómo sacude el alma y el cuerpo hasta el escalofrío! Es cosa de brujería. –Y va mordiendo los vocablos-. El ritmo... el ritmo... Somos los amos en eso. Hay que ver nuestros bailarines flamencos... En cualquier parte del mundo, en cualquier sitio donde revolotee el ritmo arrancado de las entrañas de esta raza, allí el espectador queda como hechizado. Es tan española esta música que resulta universal.

El baile popular y las estilizaciones

Sigue:

-Los extranjeros no ven en estos bailes españoles la “españolada”, ese feo chafarrinón, residuo turbio y espúreo del verdadero arte. ¡Y cómo les gusta Falla, Albéniz, Granados!
¡Qué “guerra” me hicieron en España cuando yo empecé a hacer las estilizaciones de Granados y de Albéniz! Me decían: “¡Eso es absurdo! Debes bailar lo popular y castizo.” Hoy –dice, sonriente-, cuando bailo cosas populares me dicen que haga mis estilizaciones.

-Tenía usted razón.

-Yo no hago concesiones al público buscando éxito. Soy bailarina porque me gusta, por convencimiento íntimo, por necesidad de mi naturaleza. Bailo “porque sí”, para explicar de esa manera todo lo que siento. No sé si será justo decir que es un desbordamiento de mi sensibilidad. Yo sufro, amo, gozo, bailando.

-¿Modifica usted sus bailes de una vez para otra?

-Mucho. Hay bailes que los hago hace seis o siete años, y cuando vuelvo a bailarlos siempre encuentro en ellos cosas nuevas. Yo no sé si es que se pulen, que se aquilatan y se afinan con el trabajo. Una prueba de esto la tengo en el ballet de ‘El amor brujo’. Cada vez que lo pongo veo en él facetas que antes no había visto, aspectos distintos que han surgido en los bailes anteriores.



El amor al oficio y el viejo que baila las danzas charras

-No se puede hablar de la decadencia del baile español mientras exista usted, Pero, ¿A qué obedece este agotamiento de bailarinas en nuestro país, que ha dado tipos tan formidables?

-¿Sabe usted a qué obedece? A que no se toma en serio el baile español. ¡Y vaya si es una cosa seria! Debía de crearse en España “la defensa nacional del baile”. Es este uno de nuestros más grandes tesoros.

-¡Argentina, por Dios, no diga usted eso! –retruco, soliviantado-. Mire usted que son capaces de nombrar una Comisión, con dietas, viajes y emolumentos.

-Pues hay que crear eso. Hoy, la jovencita que se lanza a esta aventura, dice: “Voy a ver si aprendo a bailar”. Y lo toma con desgana, sin interés. Creen que con mover los pies y ponerse trajes bonitos, basta. Cuando adquieren cierta desenvoltura, exclaman: “Ya no puedo ganar dinero”. No le tienen cariño a su trabajo. Hace falta para esto un gran amor. Y llegar al sacrificio de todo. Yo llevo muchos años de carrera y cada día encuentro mi trabajo más difícil para mí. Porque no se baila sólo con los pies, sino con la cabeza y el corazón.

-¿Viene usted en viaje de estudios?

-Sí. Hoy salgo para Salamanca. Pensaba ir también a Galicia y Asturias. No podré ir más que a Salamanca. ¡Los bailes “charros”!... Ya no queda en Salamanca más que un vejete, seco y acartonado, que los baila de una manera maravillosa. Da gozo verle bailar. Yo estudio los bailes populares en sus propias fuentes, y sé lo que debo conservar y lo que debo destruir.

Un recado. El automóvil aguarda. La Argentina sale por tierras de Castilla. Sus ojos llenos de horizontes internacionales se van a solazar en las claras y austeras perspectivas españolas. Y con un gesto sensual, de buen catador de mosto que mira el zumo a través del vaso y chasquea la lengua, así la bailarina admirable me repite:

-¡Hay en Salamanca un viejo que baila las danzas “charras”, que es una maravilla!...

JULIO ROMANO

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