El legado intangible de Mario Maya

S.C./Flamenco-world.com, marzo de 2009

El Festival de Jerez 2009 no sólo rindió tributo a Mario Maya con el espectáculo-homenaje de clausura, sino también con las ‘Jornadas Técnicas Figuras del Baile. Aportaciones: Mario Maya’, que tuvieron lugar en el Centro Andaluz de Flamenco. Artistas que trabajaron con él y estudiosos de su obra participaron en distintas tertulias. El broche lo pusieron Belén Maya e Israel Galván quienes, moderados por Rosalía Gómez, relataron sus experiencias con el que fue maestro y director de ambos en la Compañía Andaluza de Danza. Y entre recuerdo y recuerdo, desvelaron el legado que les confió.



Rosalía Gómez: Belén Maya e Israel Galván son dos de las personas que más han trabajado con Mario Maya. Y para entrar en materia, van a contar un poquito la experiencia que tuvieron con él...

Belén Maya: No me considero que sea quien más ha trabajado con mi padre. Quizás han trabajado más con él Israel Galván, Rafaela Carrasco, Manuel Betanzos... que eran su mano derecha, los repetidores, quienes corregían y limpiaban las coreografías, quienes entendían el concepto real de mi padre y quienes traducían muchas de sus ideas a los bailarines. Yo iba y venía porque tenía una relación difícil con él a todos los niveles, tanto personal como profesional. Estaba en la compañía un tiempo, cuando ya nos peleábamos mucho me iba, luego volvía... así estuve bastantes años. Bailé en todos los montajes salvo ‘De Cádiz a Cuba’.

Y la verdad es que hace poco ha sido cuando han empezado a caer las fichas de lo que realmente significó trabajar en una compañía así, con un director así. Después, he podido ver cómo se traducen esas ideas a la coreografía, el concepto escénico... Yo de todo eso no sabía nada, yo lo único que quería era bailar. A mí lo que me importaban eran los pasos, que yo bailase mucho, me enfadaba mucho cuando me decía que cortase... Ahí teníamos nuestras peleas. Y hace poco he empezado a entender muchas de las cosas que él decía y por qué las decía, sobre todo, para llevarlas a mis espectáculos y a mi baile. Especialmente, el concepto del tiempo, que los bailes tienen que tener su medida. Cuidaba al máximo las luces, las entradas, las salidas, le daba mucha importancia a la limpieza de las transiciones, a los detalles del vestuario incluso. Y toda esa información ha ido cayendo, tarde, pero ahí está. No me considero muy representante de su trabajo porque hay compañeros que han estado mucho más en contacto con él que yo. Puedo contar mi experiencia personal con él, que siempre será bastante determinante. Israel hizo un trabajo mucho más cercano...

Israel Galván: Estoy un poco en desacuerdo con lo que dice Belén porque la representante de Mario es ella. Ayer la vimos bailar y te recuerda a Mario de verdad, lo lleva dentro. Rafaela y yo, por ejemplo, estuvimos mucho con él, pero la que te encoge el estómago es ella. Y respecto a mi relación con Mario... La primera vez que vi a Mario bailar que tuviera uso de razón fue en un vídeo. Yo no quería bailar en un principio y cuando me dio por bailar, me puse a ver todos los vídeos que tenía mi padre grabados. Un día puse uno de ‘¡Ay! jondo’ y cuando vi una postura que puso él me quedé sorprendido y dije que vaya poca vergüenza, que cómo podía bailar así, con qué cara lo hacía. La impresión que me dio fue por la trasgresión que hizo con el cuerpo. Yo antes bailaba afarrucado, más salvaje y aquello lo desconocía. Y la verdad es que tuve mucha suerte de que mi padre me llevara al estudio de Mario y que me escogiera para estar en su compañía. Aquello fue otro shock, entrar en una compañía, tener una disciplina.


Mario Maya en el Festival de Jerez 2004
(Foto Daniel Muñoz)

La primera vez que bailé con Mario tenía 18 años y fue en el Teatro Falla haciendo ‘Tres movimientos flamencos’. Debuté con Marco Vargas, los dos nerviosos perdidos. Y también fue la primera vez que vi a Mario bailando entre cajas. Yo no sabía lo era el ballet, cuando vi a todo el mundo en la barra... Había una profesora que me quería echar. Tenía una disciplina, una coreografía, los brazos todos correctos... y yo venía asalvajado. Pero tuve la suerte de que Mario me retuvo. Conocí a Rafaela, un poco más tarde a Belén, a Betanzos... que me ayudaron mucho. Y Mario me hizo trabajar del pelo a la punta de los zapatos, una dinámica total de cuerpo. Y también noté que Mario bailaba como una pluma. No hacía falta tanto zapatear. Y la verdad es que era una persona muy rígida y tenía una cosita como de mala leche, que es lo que te sirve con el tiempo. Cuando zapateabas y te ibas, lo mismo hacía un gesto así con el dedo junto al oído... No te llamaba la atención, sino sólo gestos que molestaban más, eran más dañinos.

Belén: Tenía una ironía... Él siempre mentaba a Pilar López, que era su maestra. Y, según él, era la maestra de la ironía y del sarcasmo absoluto.

Israel: Cuando conocí a Pilar López lo entendí todo.

Belén: Él nunca te decía las cosas fuera de tono... pero te destrozaba.

Israel: Recuerdo hace muchos años que estuvimos en el Albéniz el Día de la Danza, en el ensayo general Marco y yo haciendo el ‘¡Ay! jondo’, con todos los bailarines delante, y teníamos que tirar de él hacia atrás. Y nos dice: “Un poco más y me lleváis al camerino”. A mí me echaba broncas pero sé que eran necesarias. Mario me dio mucha seguridad para hacer lo que yo quería hacer luego. Como yo había estado con Mario, salía al escenario con una seguridad, como con una marca. Y siempre ha sido la voz de la conciencia, una responsabilidad. Si no hubiera estado con Mario no hubiera llegado -no es que llegue muy lejos- a donde estoy ahora.


Homenaje a Mario Maya en el Festival de Jerez 2009 (Foto Daniel Muñoz)

Rosalía: Era un obseso de la música. ¿Os hizo cambiar algo vuestra relación con la música y con el cante?

Belén: A mí me llamó siempre mucho la atención su relación con los cantaores y los guitarristas. Como él tocaba la guitarra y cantaba, sabía muchísimo y podía directamente coger la guitarra de tú a tú y decir esto lo quiero así. Y eso le daba algo más de poder con los músicos, de poder pedirle. Luego también él utilizaba a los músicos como parte de la obra, como si fuesen bailarines, como figuración. Los movía, no los tenía sentados, les daba mucha importancia escénica y, por tanto, les exigía mucho. Cualquier gesto que se saliera de la coreografía no lo soportaba. Eso de beber de la botella que ahora se hace tanto... ¡impensable! No se podían ni tocar un botón ni nada. Estaba siempre entre cajas viendo toda la función entera, con una toallita sobre los hombros porque sudaba muchísimo, cogía notas y después te decía fallo por fallo: has hecho así, te has tocado el pelo... Los músicos eran para él muy importantes. También ha usado mucha música que no era estrictamente flamenca. En el ‘Diálogo del Amargo’ había un fragmento de Stravinski que bailaba el Jinete-Caballo. Le gustaba muchísimo la música clásica y siempre que podía...

Rosalía: ¿Puso en vosotros la semilla experimental?

Belén: A mí me ha marcado... Aunque las cosas que yo hacía no le gustaban nunca, sobre todo, las más modernas. Aunque últimamente me decía que sí...



Rosalía: Habría que escuchar también al padre de Israel...

Israel: Pues está cambiando.

Belén: Un par de meses antes de que muriera le invité a verme bailar en el Corral del Carbón de Granada. Entró después y él que nunca decía nada, me dijo: “Bueno, bien, bien”. Las modernidades no le gustaban... en mí, por lo menos. Le gustaba verme más tradicional. A mí, por ejemplo, me marcaron mucho el ‘¡Ay! jondo’ y ‘Camelamos naquerar’, que fue lo primero que yo vi. Me acuerdo que mi madre tenía el disco en casa, ella bailó con él en pareja... Y a mí me marcó mucho toda aquella cosa política, de protesta, de reivindicación, aquello me parecía muy moderno en su momento y muy valiente. Yo quería hacer eso. Nunca he querido bailar por bailar. Siempre he querido, como soy un poquito rebelde, chocarme otra vez, ir más allá. Y pensaba que si él lo hizo en su momento, tenía que entender que los demás lo queramos hacer.

Rosalía: Hoy hemos hablado de la importancia del maestro y también de la importancia de que los discípulos se rebelen, como habéis hecho los dos. ¿En qué aspectos te sientes, Israel, deudor de Mario? Hemos hablado del rigor, la levedad del baile, otro uso de la energía...

Israel: Yo creo que me ha permitido poder seguir mi camino. Lo mismo que Mario siguió otro camino de Pilar López. Cada uno tiene que adquirir su propio lenguaje. De Mario también puedo decir que fue muy importante que fuera gitano. Cuando se habla de baile gitano es porque se asemeja al estilo de Farruco o del baile de Jerez. Yo creo que Mario también es baile gitano, pues no se va en ningún momento a otro lado. Toda la dinámica del cuerpo que tiene se refiere al flamenco. A mí en flamenco las coreografías corales me chocan, en general. Pero hay dos coreografías que yo considero flamencas, la que tienen Mario y Güito, que no tiene nada que ver con la danza, sino con el flamenco, y ese trabajo con los cantaores del que ha hablado Belén, ese movimiento de ‘¡Ay! jondo’ también lo veo flamenco. Y creo que es muy importante que le den a Mario ese reconocimiento en la coreografía, que es flamenca.

Rosalía: A la hora de montar, ¿os escuchaba, proponíais cosas?

Belén: Mario no montaba pasos. Israel lo sabe, Rafaela lo sabe y lo sabemos todos los que hemos trabajado con él. Te decía la idea, lo que quería con la música, lo que le gustaría... y tú le ibas aportando. En los ensayos del homenaje nos hemos reído mucho porque nos acordábamos de quién era cada paso en ‘Oliva y naranja’. Los habíamos hecho nosotras.

Rosalía: Pero no hablo de pasos, sino de concepto.

Belén: No, no, no. El concepto él lo tenía clarísimo. Me acuerdo, sobre todo, del ‘Réquiem’ de la Compañía Andaluza de Danza que fue un montaje durísimo con muchísima gente, con la música... Y hasta que él no conseguía lo que quería, no salía de ahí. Y no se trataba de pasos, sino de llegar perfectamente a donde él quería, de mover a la gente dónde quería, y con esa cosa del tiempo, de que todo durase lo que tenía que durar. La verdad es que, en general, la Compañía Andaluza de Danza fue algo maravilloso, una experiencia... Allí tuvimos a profesores increíbles. Yo con Goyo Montero ya había trabajado antes, nos conocemos desde siempre, pero para mí Milagros Mengíbar fue un sueño. Y también estar en contacto todos nosotros, que nos aportábamos mucho. Rafaela Carrasco y yo seguimos trabajando juntas, yo aprendí mucho de Isabel Bayón, le robaba los pasos...

Como aquí en el sur hay tanta individualidad, algo que en Madrid no es así, ese estar todos juntos, vernos, compartir, me ayudó muchísimo. Cuando llegué a la Compañía yo venía de Madrid de estudiar clásico español. Y mi padre me decía que yo no bailase, que me dedicara a otra cosa. Muy sinceramente me lo decía. Y yo que soy tan cabezota, insistía. Entré cuando estaban terminando el ‘¡Ay! jondo’ y empezaban a montar ‘Diálogo del Amargo’. Y yo no sabía nada de flamenco, no sabía marcar, no sabía que era una llamada. Y tenía ya 18 años, empecé muy tarde. Entré en la Compañía y en el tablao Los Gallos al mismo tiempo para aprender. Él me hacía mucho hincapié en las cosas flamencas, que tenía que ver a gente flamenca... Para mí fue duro porque llegué a Los Gallos y no sabía ni maquillarme. Y, poco a poco, como también era bastante curranta, fui subiendo en la Compañía... llegué a bailar con él de pareja en el ‘Diálogo del Amargo’, algo que fue muy bonito. Yo lo he vivido mal porque tenía mucha responsabilidad, no lo viví libremente como ellos.

Rosalía: ¿El apellido te ha afectado?

Belén: Mucho. Siempre. Y con él, más. Yo me sentía muy responsable, tenía que hacerlo muy bien. Hasta que no me fui de la Compañía no me sentí libre para hacer lo que quería hacer, para equivocarme, para bailar mal, para bailar bien...

Rosalía: Pero luego has vuelto. De las ‘Mujeres’ del año pasado, una es Belén Maya...

Belén: Sí, siempre fue un camino de ida y vuelta.


Manuel Betanzos, Martinete. Homenaje a Mario maya, Festival de Jerez 2009 (Foto Daniel Muñoz)

Pregunta del público: Israel, ¿fue una desilusión que Mario Maya escribiera una crítica negativa de ‘La Metamorfosis’ en ‘El Correo de Andalucía’?

Israel: Me lo esperaba. Pero fue con cariño. Cuando yo bailé en el Concurso de Córdoba, gané un premio, y me echó un broncazo... de cómo iba vestido, de todo. Yo lo sabía. Yo creo que a Mario le he dado pocas alegrías. Creo que él estaba satisfecho conmigo en la Compañía Andaluza, con el solo que hacía cuando estaba dirigido por él, era una relación maestro-alumno. Luego todo tiene sus ciclos. Y como todo lo decía con muy buen humor, esa ironía... no me molestó. Pero tampoco me puso tan mal. La verdad es que me ha dado mucho coraje no haber tenido una última conversación con él. La última vez que lo vi fue en Londres con ‘Mujeres’ y me dijo que fuera a la función que me iba a gustar mucho el dúo que hacían Belén y Rocío. No pude ir, pero me daba mucha alegría verlo así, trabajando y relajado. Me ha quedado una charla pendiente o a lo mejor hasta volver a trabajar con él. Yo sí sé que le hizo mucha ilusión que ganara el Giraldillo de la Bienal, se lo notaba, y cuando me dieron el Premio Nacional de Danza me escribió un email. Al fin y al cabo, he salido de él.

Comentario de Isamay Benavente, directora del festival: Lo que Mario ha dejado es el sentido, nunca hacía ni decía las cosas gratuitamente. Creo que su legado en vosotros es que en el camino que cada uno ha tomado individualmente hay un sentido...

Israel: Es verdad lo que dices. Se trata del concepto. Vale, todo el mundo baila bien, pero los que han pasado por Mario tienen un plus de concepto.

Belén: Te decía las cosas porque veía la potencialidad. Veía algo que tú no veías en ti, pero él sí lo veía y quería que lo subrayases. Eso es lo que deben hacer los maestros. Aunque no decía lo bueno. A mí, en concreto, me decía, por ejemplo, en ‘Mujeres’ que a él le gustaban mucho esos tangos. Pero eso hazlo tres o cuatro veces más, subrayaba cosas del baile que no eran comerciales, él no pensaba levantar al público, sino aflamencar al máximo dentro de mi concepto, de mi cuerpo, de mi forma. Y te cuesta porque lo mismo quieres tirar para otro lado y justamente eso, quitarlo. No ha sido un maestro de pasos, no te corregía nunca, parecía que no te veía, pero te estaba viendo otras cosas más sutiles.

Rosalía: Ha sido muy interesante cómo de Pilar López hemos a pasado a Mario Maya, y cómo de Mario Maya hemos pasado a este legado que es tangible e intangible al mismo tiempo.

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